Un dato muy positivo en la actual situación de Chile es que el Partido Socialista, que ha salido renovado en el interior del país desde el 11 de septiembre, ha visto la necesidad de una política de independencia de clase, basada en las mejores tradiciones del PSCh, y recogida en la consigna central del Partido: "Fe en nosotros mismos".
Aunque nadie puede prever exactamente cuándo va a suceder, la caída de Pinochet y un nuevo período de movilizaciones de masas son inevitables. Precisamente porque comprenden ésto, los estrategas de la burguesía y del imperialismo, que durante los últimos cinco años han mantenido su dominio mediante los métodos fascistas de Pinochet, están preparando una alternativa por medio de Frei y
La actual dirección del PSCh insiste, con toda la razón, en la necesidad de un frente único de los trabajadores como la única manera de llevar a cabo la transformación socialista de la sociedad. En cambio, los líderes del PCCh, y algunos de los antiguos dirigentes socialistas fuertemente ligados a este partido, insisten en que la tarea inmediata del movimiento obrero chileno es la conquista de las libertades democráticas, y no la revolución socialista, y que, por tanto, es necesario aliarse con los sectores "progresistas" de la burguesía, y en primer lugar, con
La idea confusa de alianzas con los capitalistas "buenos" contra los capitalistas "malos" se origina al no comprender el carácter de clase de la sociedad. No sólo se trata de lo que dicen los dirigentes de los distintos partidos políticos, sino de los intereses de clase que están detrás de ellos. A pesar del enfrentamiento entre ellos, Frei y Pinochet sirven al mismo amo: el gran capital y el imperialismo. La burguesía no tiene prejuicios sobre qué sistema de gobierno es el mejor. Es muy flexible en su modo de dominar a la clase obrera. A veces le conviene la "democracia", y por eso mantiene sus servidores "democráticos". En otros momentos le va mejor la dictadura, y para eso están los Pinochet y los Videla. A los banqueros y capitalistas estos cambios no les importan siempre y cuando mantengan su poder y sus privilegios.
La actitud de los socialistas chilenos hacia los pactos con los partidos burgueses "democráticos" es una cuestión vital para el futuro del movimiento obrero. Cualquier ambigüedad o falta de claridad sobre este punto en estos momentos, se pagará más tarde con sangre, sudor y lágrimas.
En un país como Chile, está claro que el proletariado no sólo tiene la posibilidad, sino también el deber de formar frentes de acción común con otros sectores oprimidos de la sociedad, fundamentalmente con los campesinos pobres y las masas oprimidas de la pequeña burguesía. Pero de ahí a plantear alianzas, incluso coyunturales, con una inexistente "burguesía progresista", hay una enorme distancia. La inmensa mayoría de los campesinos y pequeños comerciantes sufren bajo la explotación y opresión de los bancos y los grandes monopolios. Precisamente por eso, estos sectores son los aliados naturales de la clase obrera. En cambio, los supuestos sectores "progresistas" de la burguesía, es decir, los liberales y democristianos, son ni más ni menos que la bota izquierda del gran capital.
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