lunes, 8 de septiembre de 2008

Inestabilidad de la Junta


Entrando en alianzas, incluso coyunturales, con estos elementos, estaríamos diciendo a los campesinos y pequeños comerciantes: "Esta gente ahora son nuestros aliados. Podéis olvidar lo que hicieron antes. Todo fue un pequeño malentendido. Pero ahora van por el buen camino y podéis confiar en ellos". Pero lo que deberíamos decir es todo lo contrario: "Estos son los hombres que ayudaron a Pinochet a subir al poder. Sus manos están manchadas con la sangre de obreros y campesinos. Ahora quieren engañarnos otra vez. Son los representantes más sutiles, más demagógicos y, por lo tanto, los más traicioneros, de los bancos y los monopolios. Si queréis luchar por el pan y por la libertad, rechazad sus ofrecimientos y confiad sólo en vuestras propias fuerzas".


Sólo así los socialistas chilenos ayudarán a los obreros y campesinos a comprender el auténtico papel de la DC. Sólo se puede luchar por la hegemonía política entre la clase media luchando a sangre y fuego contra los intentos de los liberales de seducir a las masas de la pequeña burguesía con su propaganda hipócrita y traicionera.


El actual régimen es mucho más inestable de lo que pueda parecer a simple vista. Precisamente ésta es la explicación del intento por parte de Washington de distanciarse de Pinochet. Los estrategas del imperialismo no tienen la más mínima confianza en la capacidad de supervivencia de la Junta. El actual conflicto con Argentina sobre el canal de Beagle es una muestra más de esta inestabilidad. Mediante un enfrentamiento con el gobierno militar de Buenos Aires, Pinochet intenta desviar la atención de las enormes contradicciones internas de la sociedad chilena. Indudablemente, la región en cuestión tiene un considerable interés para ambos países. Pero también es verdad que a Pinochet le interesa utilizar la cuestión de la misma manera que Franco utilizaba la de Gibraltar, como una forma conveniente para distraer la atención de la gente de la crisis interna e intentar fomentar un falso sentido de "solidaridad nacional ante el agresor exterior". Por otra parte, ambos regímenes deben de estar temblando al pensar en la posibilidad de que el actual enfrentamiento belicoso se convierta en un conflicto militar de verdad. Dada la correlación de fuerzas, no cabe duda de que una guerra entre Chile y Argentina (que no se puede excluir como una posibilidad teórica, aunque parece poco probable, salvo en una situación muy crítica en Santiago), sería de corta duración y acabaría con la derrota de Chile. Como dice El País (13/12/78): "en dotación humana, la diferencia a favor de Argentina es notable":


ARGENTINA

CHILE

Ejército

80.000 hombres

50.000 hombres

Marina

32.900 hombres

24.000 hombres

Fuerza Aérea

17.000 hombres

11.000 hombres

Total

129.900 hombres

85.000 hombres

Las tensiones entre ambos países han aumentado considerablemente, con una guerra comercial ya en marcha. Pero, además del conflicto con Buenos Aires, Chile tiene también disputas territoriales con Perú, Bolivia (que rompió las relaciones diplomáticas con Chile alegando que el gobierno de Santiago no había mostrado "suficiente flexibilidad" para facilitar a Bolivia el acceso al Pacífico) e incluso con Brasil, por el Alto Paraná. Por todas estas razones, la Junta está jugando con fuego en el conflicto con Argentina, como demuestran las siguientes palabras de un portavoz de la Junta: "Le puedo decir que sería una locura porque nadie ganaría, significaría la destrucción de los pueblos sin ninguna ventaja. Así no gana Argentina ni Chile".


Una guerra entre Chile y Argentina, con la posibilidad de una intervención armada por parte de Perú y Bolivia para recuperar sus territorios perdidos, efectivamente sería una locura, o mejor dicho una catástrofe, con unas repercusiones muy graves para toda América Latina. El imperialismo norteamericano haría todo lo posible para evitarla. No obstante, no hay que olvidar que una "locura" parecida, la intervención de los coroneles griegos en Chipre, provocó la caída de la Junta militar en Atenas. En los últimos meses, según la revista norteamericana Business Week, Argentina y Chile han gastado cerca de 2.000 millones de dólares en preparativos bélicos. Puede ser que a ambas partes les interese mantener un ambiente de tensión permanente, por motivos políticos y como pretexto para justificar las enormes cantidades de dinero derrochadas por sus respectivas FFAA. De todas maneras, un conflicto armado, por breve que fuese, significaría el colapso de Pinochet.


Por todas estas razones, la Administración Carter está intensificando su intento de encontrar una alternativa "democrática" a Pinochet que salvaguarde los intereses del imperialismo norteamericano en Chile. Los dirigentes democristianos, e incluso algunos de los antiguos dirigentes de la UP, están mirando hacia Washington para solucionar todos sus problemas. Por ejemplo, Benjamín Teplizki, del Partido Radical y secretario del "Comité Chile Democrático", dijo a la prensa que creía que "la Junta estaba viendo la posibilidad de una salida negociada, con interlocutores en la burguesía chilena y sectores, por supuesto (!) de los EEUU"(Énfasis nuestro).


Parece que hay alguna gente que nunca aprende. Pinochet sólo considerará la posibilidad de una "retirada" -negociada o no- cuando el movimiento de las masas le obligue a salir. Por su parte, a pesar de su creciente preocupación, Washington no tiene ninguna prisa en derrocar a Pinochet, aun suponiendo que estuviese en condiciones de hacerlo. Pero sí duda de la posibilidad de mantener la situación bajo control con los brutales métodos de antes. Dentro de algún tiempo -uno, dos o tres años, dependiendo de la situación del país, el resurgimiento del movimiento obrero, las divisiones en el seno de la Junta, una aventura militar- va a necesitar un recambio. Por eso, todos los políticos "liberales" y "socialdemócratas" corren a Washington para ofrecer sus servicios.


Aquí es donde surge un enorme peligro para el movimiento obrero chileno. Tras la caída de Pinochet, la idea de los estrategas del imperialismo y de la burguesía es la formación de un gobierno de coalición entre la DC y los representantes de la clase obrera. En el exilio, se está potenciando activamente la idea de una colaboración entre la UP y la DC en un "frente amplio" contra la dictadura. Los principales protagonistas de esta idea son (¡cómo no!) los dirigentes del PCCh y la burocracia rusa.


Por otra parte, la burocracia reformista de la II Internacional está mostrando un interés cada vez mayor en África y América Latina, precisamente cuando surgen situaciones revolucionarias y prerrevolucionarias en ambos continentes. Es interesante ver cómo la táctica de los socialdemócratas y la estrategia del imperialismo estadounidense van en paralelo. Está claro que existen una serie de presiones "desde fuera" sobre algunos dirigentes de la II Internacional. No por casualidad el llamado "proyecto socialdemócrata" para América Latina está surgiendo a la luz precisamente en estos momentos, con la aprobación de Bonn y de Washington.


El minúsculo Partido Radical, de escasa implantación entre la clase obrera chilena, no cuenta con base suficiente para la formación de una coalición con la DC, que de momento mantiene reticencias ante una coalición con el PCCh, que por su parte muestra una gran ansiedad por formarla.


El PSCh, pues, es una pieza clave en la situación. Sin la presencia de los socialistas, un gobierno de colaboración de clase no sería viable. Por eso hay enormes presiones para que el PSCh participe en esta nueva conspiración antiobrera en Chile.


Desgraciadamente, un sector de los antiguos dirigentes socialistas ha cedido a las presiones ejercidas de diversas maneras por los estalinistas, que cuentan con medios muy poderosos, sobre todo en el exilio. El enfrentamiento entre los elementos pro estalinistas, que favorecen abiertamente una política de colaboración de clase, y los cuadros socialistas en Chile que están luchando por la renovación revolucionaria del partido en el interior ha conducido a una ruptura en el socialismo chileno.

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