martes, 9 de septiembre de 2008

Control imperialista

Ocurrió lo mismo en otros sectores, como el hierro, abundante y de calidad. Bethlehem Steel tomó el control de El Tojo en 1913 y la explotó hasta agotarla. La mayor parte del hierro chileno viajó a EEUU.


En este aspecto, la burguesía chilena también ha dado suficientes muestras de su total incapacidad para llevar a cabo otra de las tareas fundamentales de la revolución democrático-burguesa: la emancipación del país del dominio del imperialismo. Antes de la Primera Guerra Mundial, Chile era un país semisatélite del imperialismo británico; después de la Segunda, la burguesía cambió de yugo y pasó a depender del norteamericano. Esta gente, a la que hoy en día se le llena la boca hablando de la "patria" y de lo nacional", es y ha sido siempre totalmente incapaz de emancipar a Chile de su dependencia humillante del imperialismo. Desde el primer momento han sido felices con el papel de administradores locales de los intereses imperialistas, los botones de las grandes multinacionales. Bajo el dominio de la burguesía, toda la enorme riqueza de Chile ha sido saqueada por los imperialistas o despilfarrada por la oligarquía.


Ni siquiera han sido capaces de modernizar el país y desarrollar una infraestructura mínimamente decente, como demuestra la condición deplorable de las carreteras. Las pocas buenas carreteras que hay en el Norte fueron construidas por las empresas mineras extranjeras. La mayor parte de las exportaciones chilenas son transportadas por buques extranjeros.


Todo esto demuestra la necesidad de llevar a cabo en Chile toda una serie de tareas históricas que en Europa Occidental se resolvieron ya hace mucho tiempo, en la época de la revolución democrático-burguesa. Pero toda la historia de Chile demuestra contundentemente la total incapacidad de la burguesía "nacional" para llevarlas a cabo. Aunque ya antes de la I Guerra Mundial, el capitalismo se había convertido en la fuerza decisiva del país, desde su nacimiento está vinculado de forma decisiva, por un lado, a los intereses imperialistas y, por otro, a los de los grandes terratenientes, a través de los bancos y el comercio. Esta es precisamente la razón por la que la burguesía "nacional" nunca fue capaz de llevar a cabo las tareas históricas de la revolución democrático-burguesa y jamás será capaz de hacerlo.


¿Cómo se podía plantear seriamente luchar contra el control imperialista del país, cuando los intereses vitales de la burguesía chilena dependían de las inversiones extranjeras y del comercio extranjero? ¿Cómo se podía plantear una auténtica reforma agraria, cuando una parte importante de su capital provenía de los terratenientes, con quienes los burgueses estaban vinculados por miles de lazos económicos, políticos, familiares, de educación, etc.?


Si la burguesía era incapaz de llevar a cabo esas tareas históricas, ¿qué otra clase social podía hacerlo? ¿El campesinado? Las masas campesinas, dispersas, analfabetas y sometidas durante siglos a la opresión más brutal, sólo eran capaces de llevar a cabo, periódicamente, actos de rebeldía desesperada, sin ninguna posibilidad de éxito a no ser que encontraran una dirección consciente en otra clase social, basada en los centros neurálgicos del país, las ciudades. El campesinado, la clase más heterogénea de la sociedad, siempre ha sido la clase menos capacitada para jugar un papel político independiente. O actúa bajo la dirección de la burguesía o bajo la del proletariado. De hecho, la lucha por la hegemonía política del campesinado es una cuestión clave para la revolución socialista en Chile. Pero el primer paso en este sentido es reconocer la imposibilidad de que esta clase social pueda jugar un papel independiente.


¿La clase media? Los representantes políticos de la clase media no tenían nada que ver con los jacobinos franceses, los pequeño-burgueses revolucionarios del siglo XVIII que conformaron la punta de lanza de la revolución de 1789. El largo período de boom económico de 1891-1918 permitió a la oligarquía chilena un amplio margen de maniobra para comprar la lealtad de la clase media, ofreciéndoles carreras burocráticas en la Administración. Así surgió toda una nueva casta de políticos profesionales. Los políticos "liberales" de la clase media se vendían a la oligarquía por poco dinero. La clase media chilena, desde aquel entonces, consideró la política como un negocio muy rentable: esto ha sido más verdad todavía para los llamados políticos "progresistas" de la burguesía: los "liberales", "radicales" y "democristianos", que participaban plenamente en el espectáculo repugnante de corrupción y prostitución, mientras las masas obreras y campesinas permanecían como meros espectadores pasivos del juego parlamentario. Los representantes políticos de la clase media estaban atados de pies y manos al carro de la oligarquía que les garantizaba puestos en la administración. Para ellos el sistema funcionaba bastante bien. Desde el principio, los "liberales" chilenos han sido la bota de izquierdas de la oligarquía.



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