lunes, 8 de septiembre de 2008

Descontento laboral


Un claro síntoma de la recuperación del ánimo de la clase obrera fueron las movilizaciones que tuvieron lugar el 10 de mayo de este año. Pese a la prohibición gubernamental, los sindicatos lograron concentrar en Santiago a 30.000 obreros. Se celebraron asambleas en las fábricas y otros actos en otros lugares del país.


A pesar de las enormes dificultades para organizar una huelga en Chile, hay agitación dentro de las fábricas. Ha habido paros de cinco o diez minutos para presionar a los patrones. Poco a poco se pierde el miedo. Los obreros se hacen más audaces y discurren nuevas formas de lucha y protesta. En la mina de Chichiquemata, en el norte, se organiza una "huelga de hambre": los trabajadores se niegan a comer en los comedores de la empresa. Esta forma de protesta se extiende a El Teniente, una mina clave en la que durante meses ha habido un fermento entre los trabajadores, como recogió la prensa: "hay inquietud económica en El Teniente (...) porque hace cinco años y medio que estamos sin convención colectiva" (revista Hoy). "El miércoles 2 de noviembre de 1977, mil doscientos, de cuatro mil trabajadores del yacimiento cuprífero de El Teniente no se presentaron a su trabajo. Días antes se habían repartido panfletos y aparecieron rayados en los muros invitando a no salir a trabajar el día 2". (Revista de América Contemporánea nº 7, diciembre 1977, p. 21). Esta acción obligó a la patronal a conceder un anticipo de un bono de producción correspondiente a diciembre. Al mismo tiempo, fueron despedidos 49 mineros, "ante la indiferencia de la Confederación de los Trabajadores del Cobre".


La misma fuente informa que "en una asamblea de tres mil trabajadores del sindicato Sevell y Minas, realizada a mediados de noviembre, pidieron la dimisión del presidente del sindicato por sus declaraciones justificativas ante la patronal".


Estos datos demuestran claramente el inicio de un proceso de reactivación del movimiento sindical. Las condiciones intolerables de la clase trabajadora, con una tasa de inflación que oficialmente superó el 60% en 1977, provocan una actitud cada vez más crítica de la burocracia sindical. Muchas familias obreras sólo pueden comer una vez al día. Los trabajadores y sus familias se sostienen con té y pan. La desesperación se convierte en rebeldía, como demuestra el caso de El Teniente. En vano, los burócratas del sindicato del cobre (cuyo líder, Guillermo Medina, es miembro del Consejo del Estado) se opusieron al paro, alegando que "lo ocurrido el día 2 es el producto de activistas políticos que se aprovechan del descontento de los mineros". En vano se toman represalias contra los dirigentes locales de los obreros, con despidos y destierros a lugares remotos.

El descontento laboral se extiende a otros sectores, como los estibadores portuarios que prácticamente al mismo tiempo organizaron una huelga de celo que llegó a disminuir la productividad del puerto de Valparaíso en un 50%.


El fermento en la base y el descontento generalizado de los trabajadores empieza a tener repercusiones en el seno de la propia burocracia. En una reunión en el Teatro Caupolicán, de Santiago, durante una conmemoración, los dirigentes de la Federación de Trabajadores de la Construcción, Madera y Edificación, dieron voz al descontento de la base: "con 1.411 pesos que es el mínimo de un jornalero, sacamos plata para dos kilos de pan diarios; en una familia de cinco a siete personas se tendría que gastar la mitad en puro pan". (Revista de América Contemporánea, p. 21).


Por otra parte, la penosa situación de los trabajadores queda reflejada en que un 10% de las muertes en el país se deben a accidentes de trabajo, tránsito y caseros. Este nivel es uno de los más altos en América Latina.


El descontento de las masas llega a tener eco incluso en las páginas de la prensa burguesa. El 17 de julio de 1978, La Tercera denunció la persecución de los trabajadores de la mina El Salvador. Según Bernardino Castillo, presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre: "No sólo los mandos medios, sino también otros superiores, están persiguiendo sistemáticamente a los trabajadores del cobre, humillándolos, procediendo a despidos arbitrarios, violando disposiciones legales y negándose a aceptar planteamientos laborales justos".

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