martes, 9 de septiembre de 2008

Resistencia del Estado

La única forma de desarmar a la reacción y aplastar la resistencia de los grandes terratenientes hubiera sido armar a los campesinos pobres, organizándolos en comités de acción para ocupar las tierras, con el apoyo del gobierno. Ante un movimiento poderoso de las masas armadas, los terratenientes y sus matones hubiesen sido derrotados, con un mínimo derramamiento de sangre. De hecho, esta era la única vía posible para defender las conquistas obtenidas por las masas con la Unidad Popular. Pero los dirigentes de la UP desconfiaban totalmente de la iniciativa revolucionaria de las masas y estaban atemorizados por la idea de "provocar a la reacción". Por eso se oponían tajantemente a cada intento por parte de los campesinos pobres de llevar a cabo "ocupaciones ilegales", incluso mandando a las "fuerzas del orden público" para desalojar a los campesinos que habían llevado a cabo tales acciones. Hoy en día, algunos de los dirigentes de la UP intentan justificarse, alegando que estos movimientos estaban organizados por grupos ultraizquierdistas y que, a veces, los campesinos "se pasaban", ocupando no sólo las tierras de los latifundistas, sino también de campesinos medios.

Indudablemente, cualquier movimiento revolucionario, sobre todo por parte de las capas más oprimidas y atrasadas de la población, siempre tiende a "pasarse" y, hasta cierto punto, estos "excesos" son inevitables. También puede ser cierto que algunos grupúsculos ultraizquierdistas se aprovecharan del movimiento espontáneo de los campesinos para aumentar su influencia. Pero la responsabilidad por esta situación es totalmente de los dirigentes de la UP, y principalmente del PCCh y del PSCh.

La mejor forma de evitar abusos y "excesos", minimizar la violencia y la sangre y asegurar la transferencia más pacífica y ordenada posible de los latifundios a los campesinos pobres era que los mismos dirigentes obreros, en vez de denunciar estas "acciones ilegales" y mandar a la policía para "restablecer el orden", se hubiesen puesto a la cabeza del movimiento de las masas, dándole un carácter organizado.

Jacques Chonchol, en el artículo anteriormente mencionado, intenta minimizar la importancia de los consejos campesinos. Sin embargo, él mismo explica las razones que impidieron la potenciación y generalización de estos organismos de poder popular en el campo:

"Buscando su ampliación para hacer participar a estos grupos, se inició además una lucha política entre la UP y la Democracia Cristiana, y entre los propios partidos de la Unidad Popular, para tratar de controlar los consejos, lo que llevó posteriormente a algunos partidos de la UP a no apoyar la organización de los Consejos Campesinos". (Chile-América, p. 32, el subrayado es nuestro).

¡Una afirmación increíble! Algunos de los dirigentes de la UP se oponían a la creación de los consejos campesinos porque existía una lucha por la hegemonía política en estos organismos. Pero, ¿acaso no existe la misma lucha en cada fábrica, en cada barrio obrero, en cada convocatoria electoral, en cada sindicato? Y, sin embargo, los dirigentes de la UP no abogaban por la abolición de los sindicatos y el parlamento. La verdadera razón fue que "algunos dirigentes" de la UP desconfiaban del movimiento de las masas campesinas y tenían miedo de que se les escapara de las manos. El deber elemental de los dirigentes obreros era apoyar cada iniciativa revolucionaria de las masas de campesinos pobres, potenciar activamente la creación de los consejos campesinos, pese a todas las dificultades, y luchar en su seno por una política socialista revolucionaria, contra la influencia funesta de los democristianos.

Desde el primer momento los dirigentes de la UP ponían toda su confianza en la legalidad burguesa dejando intacto todo el viejo aparato estatal. Esto tuvo consecuencias desastrosas para la reforma agraria, como admite el propio Jacques Chonchol:

"Además de esto, las limitaciones jurídicas del gobierno le impedían dar a los Consejos Campesinos, si no era a través de una ley que no tenía posibilidades de hacer aprobar por ser minoritario en el Parlamento, fuero para sus dirigentes y financiamiento para su trabajo" (Chile-América, p. 32).

El carácter utópico de la idea de la utilización del viejo aparato burocrático del Estado burgués para llevar a cabo la reforma agraria queda reconocido implícitamente, aunque con pocas ganas, en las siguientes palabras de Chonchol, que admite que los "Consejos Campesinos" a menudo chocaban con la resistencia del aparato burocrático:

"De igual modo, uno de los problemas que el gobierno de la UP no pudo resolver, a pesar de los intentos hechos, fue el del funcionamiento del aparato burocrático del Estado (...) Para todo el proceso de cambio agrario, que incluía problemas tan diversos como el de las expropiaciones, el de la asistencia técnica y crediticia a los campesinos, el de la reorganización del sistema económico entre la agricultura y el resto de la sociedad, etc., se requería dar al aparato burocrático, que tenía una considerable responsabilidad en todo el proceso de cambio (!), un dinamismo, una coherencia y una eficacia muy superiores a lo que había sido su comportamiento tradicional.

"Varios intentos se hicieron durante el gobierno de UP para lograr este objetivo, pero, en definitiva, las limitaciones legales, la resistencia de la burocracia a cambiar sus hábitos, la diferencia de clases entre los burócratas y los campesinos, la ubicación urbana de gran parte de esta burocracia agraria y las luchas partidistas impidieron avanzar de un modo significativo en la transformación de la burocracia tradicional en un cuerpo más orgánico (?) y eficiente al servicio del proceso de la transformación agraria". (Chile-América, p. 33, el subrayado es nuestro).

Todos los argumentos de Chonchol demuestran claramente la imposibilidad de llevar a cabo un cambio radical e irreversible de las relaciones sociales en el campo chileno a no ser como consecuencia de la lucha revolucionaria del campesinado armado contra la contrarrevolución y la organización de los consejos campesinos, estrechamente vinculados con los sindicatos campesinos y las organizaciones de la clase obrera en las ciudades.

Pero a pesar de todo, por las presiones de las masas (ya antes del 1 de enero de 1971 hubo entre 250-300 ocupaciones "no oficiales"), el gobierno de la UP llevó a cabo la reforma agraria más profunda de toda la historia de Chile. En palabras de Chonchol:

"En estas circunstancias, el gobierno de la UP se fijó para 1971 una meta de mil predios a expropiar, que era casi tanto como lo hecho por el gobierno demócrata-cristiano durante sus 6 años de ejercicio (1.139 predios) y que significaba casi cuadruplicar las expropiaciones de 1970 (273 predios con 634.000 hectáreas habían sido expropiados por el gobierno Frei en 1970). Esto implicaba un enorme esfuerzo del sistema burocrático del Estado, dadas las complejidades y limitaciones del proceso de expropiación contemplado en la ley 16.640. A pesar de ello, y bajo la presión campesina, la aceleración del proceso debió ser aún mayor, y al final de 1971 se habían expropiado 1.378 predios con 2.600.000 hectáreas. Este ritmo se aceleró aún más en 1972, año en que se expropiaron más de 2.000 predios con unas 2.800.000 hectáreas, con lo que prácticamente se terminó con el gran latifundio en Chile. En l973, hasta el golpe de Estado, se expropiaron otros 1.050 predios, sobre todo predios mal explotados de tamaño medio y latifundios remanentes, con 1.200.000 hectáreas" (Chile-América, p. 28).

Las medidas tomadas por el gobierno Allende en beneficio de las masas de obreros y campesinos provocaron una enorme ola de entusiasmo popular, claramente reflejado en los resultados de las elecciones municipales del 4 de abril de 1971 (ver cuadro 2)

Mientras que en las elecciones presidenciales Allende sólo obtuvo el 36,3% de los votos, ahora los partidos de la UP consiguieron el 49,7% de los votos, frente al 48,05 de la oposición combinada.

La ola de radicalización en el país tuvo su expresión en el surgimiento de incipientes órganos de poder obrero en las fábricas y en los barrios obreros. En el campo hubo intentos, por parte de los campesinos pobres, de ocupar tierras. Este fermento en las masas populares también sacudió a los partidos tradicionales de la clase media, provocando una serie de convulsiones y escisiones en su seno. Siete diputados de la DC abandonaron sus filas para formar un nuevo partido, el MIC (Izquierda Cristiana), al que se adhirió una parte de las juventudes del partido, quienes se declararon a favor de "la construcción del socialismo" con el gobierno de la UP. El Partido Radical sufrió una escisión por la derecha tras el 25 Congreso, cuando el Partido formalmente se declaró a favor de "la lucha de clases y la necesidad de terminar la explotación del hombre por el hombre". Alberto Baltra, que protagonizó la formación del MRI "para representar los intereses de la clase media", tampoco se atrevió inmediatamente a manifestarse abiertamente contra el gobierno de la UP. La corriente popular a favor del gobierno era demasiado fuerte incluso entre las masas de la pequeña burguesía.

De hecho, la correlación de fuerzas en el parlamento no era más que un pálido reflejo de la enorme fortaleza del movimiento obrero y campesino en aquel momento. Todas las condiciones objetivas para la transformación pacífica de la sociedad chilena estaban dadas. La clase dominante estaba desmoralizada y vacilaba. El movimiento de las masas estaba en auge, y de hecho ya había dejado muy atrás los esquemas reformistas de las direcciones obreras. La clase media, y sobre todo el campesinado, miraba con esperanza hacia el gobierno. Los dirigentes socialistas y comunistas ocupaban puestos claves del gobierno y la administración pública. Tenían la ventaja de ser el gobierno legítimo del país, lo que facilitaba la tarea de la revolución socialista de cara a las masas más atrasadas de la clase media. Incluso en las fuerzas armadas, la Unidad Popular tenía mucho apoyo, no sólo entre los soldados y marineros, sino incluso entre amplios sectores de los suboficiales, que apoyaban al PSCh o al PCCh. El presidente de la República podía convocar un referéndum sobre temas importantes. No se puede imaginar una situación objetiva más favorable. No obstante, las direcciones del PSCh y del PCCh no aprovecharon el momento para dar el golpe definitivo y acabar con el poder de la oligarquía.

En esta situación, surgieron elementos de doble poder en la sociedad chilena:

"En este punto es muy importante destacar que la contradicción fundamental está dada por la aspiración del poder popular de las masas expresadas en los llamados comandos comunales, cordones industriales, asambleas populares, formas de control de abastecimiento de alimentos, consejo de administración de empresas, etc." (45 aniversario del PSCh, p. 17).

No obstante, los dirigentes del movimiento obrero dejaron todas las palancas del poder en manos de la clase dominante. No se atrevieron a tocar el ejército y la policía. "La Unidad Popular tiene el poder Ejecutivo", dice Sepúlveda, "pero el enemigo controla toda la institucionalidad burguesa y se escuda en ella para sus preparativos contrarrevolucionarios".

El gobierno tenía poderes legales para convocar un plebiscito y unas nuevas elecciones legislativas, que sin duda alguna hubieran significado una victoria decisiva para los partidos obreros. Pero en un momento tan favorable, los dirigentes de la UP desperdiciaron la oportunidad, confiando ciegamente en la "buena voluntad" del enemigo de clase.

No hay comentarios: