martes, 9 de septiembre de 2008

El Frente Popular


De esta manera, los dirigentes de los partidos "comunistas" se convirtieron en los aliados más fervientes de la burguesía "liberal". Lenin había luchado toda su vida contra esta política de colaboración con los llamados elementos "progresistas" de la burguesía, negándose, tras la Revolución de Febrero en Rusia, a entrar en el gobierno provisional en coalición con los liberales burgueses. Los mencheviques y socialrevolucionarios en aquel entonces justificaron su entrada en el gobierno provisional __la primera edición de frente popular en la historia__ alegando que en Rusia, un país atrasado donde la clase obrera era una pequeña minoría de la población, las tareas inmediatas eran las de la revolución democrático-burguesa y que, por tanto, los socialistas debían aliarse con los partidos burgueses "progresistas" para luchar contra los restos del feudalismo y la contrarrevolución fascista. La respuesta de Lenin fue tajante: ninguna confianza en la burguesía, ningún apoyo al gobierno provisional, desconfiar sobre todo de los elementos burgueses más "radicales", como Kerensky, ningún acercamiento a los demás partidos (se refería a los mencheviques, fundamentalmente). En otras palabras, confiar exclusivamente en las fuerzas de la clase obrera organizada en los consejos obreros (soviets), como único poder capaz de derrotar a la reacción, conquistar las libertades democráticas, llevar a cabo todas las tareas de la revolución democrático-burguesa en alianza con las masas de campesinos pobres mediante la toma del poder y, a continuación, pasar de una forma ininterrumpida a la revolución socialista, la expropiación de la burguesía y el inicio de la transformación socialista de la sociedad. Lenin y los bolcheviques comprendían que la construcción del socialismo no era posible en un solo país, y menos en un país atrasado como la Rusia de aquel entonces, y por eso plantearon la necesidad imperativa de la extensión de la revolución a otros países, sobre todo a los países desarrollados de Europa. Por eso fue creada la III Internacional, la Internacional Comunista, que proclamó la necesidad de la revolución mundial, los Estados Unidos Socialistas de Europa y por último la Federación Socialista Mundial.


Bajo Lenin y Trotsky, la Internacional Comunista aglutinó a los elementos más revolucionarios y conscientes de la clase obrera del mundo. Aprendiendo de la experiencia funesta de la II Internacional (que en palabras de Lenin no era una internacional, sino "una oficina de correos", por la escasa vinculación entre los distintos partidos nacionales), los bolcheviques volvieron al concepto de internacional que tenían Marx y Engels en los tiempos de la Asociación Internacional de los Trabajadores: El partido mundial de la revolución socialista, con una política, una estrategia y una dirección comunes. Esta idea no suponía en absoluto una concepción antidemocrática, ni tampoco la hegemonía de un partido sobre los demás. Al contrario. En los primeros cuatro congresos de la III Internacional, los debates internos demuestran la existencia de un amplio margen de democracia interna, de libertad de discusión, donde incluso el partido más pequeño podía expresar sus diferencias con la política del partido más grande, el partido bolchevique. Había una amplia autonomía para las secciones nacionales, dentro de la política general establecida por los congresos de la Internacional, que hasta la muerte de Lenin se celebraban anualmente, a pesar de todas las dificultades.


Con la degeneración burocrática de la Revolución Rusa, que se produjo debido al aislamiento de un Estado obrero en un país atrasado, esta situación varió totalmente. El proceso de estalinización del Partido Comunista ruso fue seguido por un proceso paralelo en la Internacional. Todos los militantes críticos fueron eliminados burocráticamente, cosa que nunca se dio en los tiempos de Lenin. Los dirigentes de la Internacional se convirtieron en funcionarios estalinistas cuyo único fin era aplicar las órdenes de Moscú. Antes, estos elementos habían llevado a cabo la política ultraizquierdista del "tercer período". Ahora, sin ningún tipo de problema, dieron un giro de 180º, hacia la política de "frente popular", una política que Trotsky había caracterizado correctamente como "una caricatura maliciosa del menchevismo" y "una conspiración rompehuelgas".


Pero los estalinistas chilenos no podían llevar a cabo su política de colaboración entre las clases sin la participación de los socialistas. Los trabajadores chilenos habían aprendido a desconfiar totalmente de los políticos "liberales" de la burguesía. La creación del PSCh era la expresión del deseo instintivo de la clase obrera, por la necesidad de una política de independencia de clase. La política declarada de los socialistas era la del frente único de trabajadores, que propugnaba la candidatura de Marmaduke Grove, destacado líder del movimiento obrero detenido por el gobierno y elegido senador por Santiago con el lema "de la cárcel al Senado".

El espíritu revolucionario del movimiento de aquel entonces fue expresado en las famosas palabras de Grove: "Cuando lleguemos al poder, nos faltarán faroles para colgar a la oligarquía". Estas palabras reflejaban el ambiente entre los trabajadores y demás sectores oprimidos de la sociedad chilena, que estaban buscando el camino de la Revolución Socialista, no el de la colaboración con la burguesía.


La radicalización de las masas y la crisis del capitalismo empujaron a la oligarquía a buscar "la solución final", al igual que en Alemania, Italia o España, organizando y armando a las bandas fascistas. El gobierno bonapartista de Alessandri no había resuelto ninguno de los problemas de la sociedad chilena. Pero el movimiento fascista se encontró con la resistencia heroica de la clase obrera: las milicias obreras del Partido y las Juventudes socialistas, "los camisas de acero", que lucharon contra los fascistas en todo Chile. Asustado, el mismo Alessandri se vio obligado a actuar contra los fascistas cuando éstos intentaron un golpe.


El fracaso del intento fascista, la crisis del gobierno Alessandri y la creciente ola de radicalización de las masas crearon de nuevo condiciones muy favorables para una ofensiva de la clase obrera. Pero los estalinistas chilenos jugaron un papel totalmente nefasto. Desgraciadamente, los dirigentes del PSCh fueron totalmente incapaces de ofrecer una alternativa. Los estalinistas tomaron la iniciativa, presionando fuertemente sobre la dirección del PSCh para que aceptara un frente popular con el Partido Radical. Esta idea iba contra todos los principios del partido y se encontró con la oposición decidida de la base obrera, que comprendía instintivamente el carácter traicionero de los liberales burgueses y quería un gobierno de los trabajadores. En palabras de Adonis Sepúlveda:


"Cuando los cambios en la estrategia del movimiento obrero colocan en el tapete de la discusión la formación del Frente Popular, el Partido Socialista se resiste a esta alianza que entrega la hegemonía del movimiento obrero a determinados sectores de la burguesía. Tiene a esa altura un profundo arraigo popular y un líder carismático. Hay un empuje inmenso en su militancia. Ningún socialista acepta que se entregue el liderazgo a otra fuerza". (Socialismo chileno, p. 20, el subrayado es nuestro).


Desgraciadamente, la falta de experiencia de los jóvenes cuadros y las vacilaciones de la dirección del PSCh, que no supieron resistir las insistentes presiones de los estalinistas, condujeron al error fatal de entrar en el Frente Popular, a pesar de la oposición de la base y en abierta contradicción con los principios y la política del partido. En el Congreso extraordinario convocado en 1938, al secretario general, Óscar Schnake, le costó cinco horas que los delegados aceptasen la retirada de la candidatura de M. Grove, que se había agitado desde 1936.

No hay comentarios: