lunes, 8 de septiembre de 2008

Bolchevismo y menchevismo


Las diferencias entre el bolchevismo y el menchevismo en Rusia no estribaban sólo en cuestiones políticas (reforma o revolución, colaboración con los liberales o independencia de clase), sino que también atañían a los métodos de trabajo y de organización. Antes de 1917, los mencheviques tenían más medios económicos que los bolcheviques. Los oportunistas rusos, al igual que los chilenos hoy, recibían grandes cantidades del extranjero, debido al prestigio personal de líderes como Plejánov. También recibían una ayuda económica importante de toda una serie de burgueses "progresistas": pequeño-burgueses, profesores, abogados, etc. Sin embargo, Lenin estaba muy orgulloso de que el partido bolchevique y su diario Pravda estuviesen financiados por las pequeñas aportaciones, los kopeks, de los trabajadores rusos.


A pesar de todos los problemas y deficiencias, los compañeros chilenos también pueden sentirse orgullosos de que, durante cinco años y bajo las condiciones más difíciles imaginables, han logrado construir una organización sin ayuda exterior, con el dinero de los obreros chilenos y los sacrificios personales de los militantes y cuadros dirigentes. En última instancia, cada centavo que se recoge en las fábricas y barrios obreros en Chile vale más que 1.000 dólares recogidos por los oportunistas en el exterior. Porque el trabajo de recoger fondos en Chile es un trabajo político que está sentando las bases de la organización de la propia clase trabajadora en el interior.


De los oportunistas, socialdemócratas y pro estalinistas no hay nada que esperar; la gran mayoría son incorregibles, salvo un cierto número de obreros honrados que han estado engañados por el prestigio de los antiguos dirigentes, a quienes apoyan probablemente por cuestiones de sentimentalismo. Es un error imaginar que siempre "siendo más, somos más fuertes". A veces, uno más uno puede significar cero, en vez de dos. La unidad es algo que todos queremos y propugnamos, pero que se puede pagar a un precio demasiado alto. El intento de mezclar una política oportunista con una política revolucionaria, mediante un "consenso" a favor de la unidad, es como intentar mezclar agua y aceite. Los mismos compañeros del interior lo han podido comprobar perfectamente con el fracaso de todos los intentos durante los últimos cinco años de llegar a la unidad con los oportunistas. Y no hay que pensar que este "fracaso" ha sido totalmente negativo. Todo el mundo sabe sobre quién recae la responsabilidad de la división ahora existente. Pero la única unidad que sirve a los intereses del socialismo es la unidad con principios. De no ser así, la unificación de una serie de fracciones, cada una tirando en sentido contrario a las demás, conduciría a la impotencia. Toda la historia del PSCh lo demuestra. ¿Para qué sirven unos principios y un programa revolucionario si, en el momento decisivo, la dirección se muestra incapaz de llevarlo a la práctica, ya que se ve envuelta en una serie de acuerdos, compromisos y consensos con elementos oportunistas y proburgueses? La ruptura con los oportunistas de toda laya es la precondición para la renovación del PSCh. Es precisamente en condiciones de adversidad cuando uno distingue a sus verdaderos amigos. Si los socialistas chilenos no son capaces de sacar todas las conclusiones necesarias de la terrible experiencia de los últimos años, todos los muertos habrán sido en vano.


Es verdad que mañana la actual situación puede cambiar radicalmente. Tras la terrible experiencia de la dictadura, los largos años de hambre, miseria, muerte y represión, muchos obreros y campesinos pensarán en los años de la Unidad Popular como un tipo de "edad de oro". Paradójicamente, las ilusiones en el frentepopulismo podrían resurgir entre las masas tras la caída de Pinochet. En este sentido, la dictadura ha actuado como un enorme freno al avance de la conciencia de la clase obrera y, más todavía, de las masas atrasadas del campesinado y las capas medias.


Hoy, en la clandestinidad, los obreros y campesinos identifican como "los socialistas" a los compañeros que ven a su lado, luchando hombro a hombro contra los patronos y la dictadura. Sobre todo entre los activistas, los dirigentes de la UP exiliados están muy desprestigiados. En este sentido, los "generales sin ejército" que esperan pacientemente la caída de la dictadura en Berlín, París, Moscú o Argel para volver con el triunfo conseguido y repetir los mismos errores que antes, podrían tener una sorpresa muy desagradable, sobre todo si los compañeros del Partido Socialista en Chile logran construir un partido fuerte, más fuerte que ahora, no sólo numéricamente, no sólo organizativamente, sino sobre todo políticamente, formando a los cuadros socialistas en un espíritu de oposición implacable a cualquier pacto o alianza con la burguesía y a cualquier mínima concesión a los oportunistas.


Los cuadros del PS en Chile han dado enormes pasos adelante. Pero todavía hay lagunas, no sólo en el aparato, sino también en su política, que, a pesar de la insistencia, totalmente necesaria y correcta, en una política de independencia de clase, todavía refleja una serie de ambigüedades y omisiones que, aunque de momento no parecen ser muy importantes, de no resolverse, mañana pueden causar enormes problemas, crisis internas, convulsiones y escisiones.


En un momento determinado, con la caída del régimen Pinochet y el resurgimiento del movimiento de las masas, el PSCh se encontrará sometido a enormes presiones. La prensa (burguesa, estalinista y socialdemócrata), la "opinión pública" e incluso los instintos naturales y comprensibles de los propios trabajadores a favor de la "unidad" presionarán fuertemente para que el PSCh entre nuevamente en un "frente común" con los estalinistas, los socialdemócratas y, esta vez probablemente, los democristianos, en "un gobierno de concentración nacional". Si el partido no se ha definido de antemano y muy claramente sobre este punto, es muy probable que no sepa resistir estas presiones. A pesar de la consigna "Fe en nosotros mismos", habrá ciertos compañeros, incluso compañeros de la dirección del partido, que claudicarán ante las presiones: "Nos vamos a quedar aislados", "no podemos romper la unidad", "sólo se trata de un acuerdo coyuntural", "es una táctica, y mantendremos nuestra independencia programática", "vamos a luchar contra la burguesía dentro del gobierno"... Nunca faltarán argumentos para justificar el abandono de la política marxista revolucionaria. Ésta ha sido la experiencia del socialismo chileno durante toda su historia. Y siempre con los mismos resultados catastróficos.


De hecho, es posible que el PSCh, al negarse a entrar en el gobierno de coalición, se viese aislado, a corto plazo, de la mayoría de la clase obrera. Sería acusado de "sectario", "dogmático", "maximalista" o cosas peores todavía. Pero si un partido marxista-leninista, sobre todo su dirección, no es capaz de resistir este tipo de presiones, ¿para qué sirven el Partido y su dirección?

En realidad, una actitud intransigente hacia un gobierno de coalición con la burguesía representaría la única manera de ganar a las masas para el Partido y la revolución socialista.


Las masas aprenden de su experiencia. Muy rápidamente, se darán cuenta de que la política del nuevo gobierno es una política dictada por la burguesía, a través de los ministros democristianos. Incluso siendo una minoría, estos representantes cínicos de la burguesía vetarán cualquier legislación anticapitalista procedente de los partidos obreros, amenazando con dimitir si éstos insisten en llevar a cabo una política en defensa de los intereses de la clase trabajadora.


Todos los artículos de Frei y todas las declaraciones de la DC indican que el nuevo gobierno de coalición ni siquiera llevaría a cabo las medidas tomadas por el gobierno de la UP, a no ser que una nueva ola de movilizaciones de masas len obligase a hacerlo.


De todas formas, un nuevo gobierno de coalición, bajo condiciones de crisis capitalista, no le solucionaría nada a la clase trabajadora. Las ilusiones en un supuesto "proyecto socialdemócrata" para Chile fracasarán rápidamente ante la crisis económica. Como en su día explicó el programa original de la Unidad Popular:

"En Chile, las recetas ‘reformistas’ y ‘desarrollistas’ que impulsó la Alianza para el Progreso e hizo suyas el gobierno de Frei no han logrado alterar nada importante. En lo fundamental ha sido un nuevo gobierno de la burguesía al servicio del capitalismo nacional y extranjero, cuyos débiles intentos de cambio social naufragaron sin pena ni gloria entre estancamiento económico, la carestía y la represión violenta contra el pueblo. Con esto se ha demostrado una vez más, que el reformismo es incapaz de resolver los problemas del pueblo", (la última frase estaba subrayada en el original).


Y si todo esto era verdad durante el período del gobierno democristiano de Frei, antes del comienzo de la recesión capitalista mundial, ¿no será mil veces más verdad ahora, con 17 millones de parados en los países capitalistas desarrollados de la OCDE, un estancamiento generalizado de las fuerzas productivas y el comercio mundiales, una escasez de mercados y una caída de la demanda y los precios de los productos chilenos en el exterior?

Hoy en día, el capitalismo chileno no está en condiciones de hacerle concesiones importantes y duraderas a la clase obrera y al campesinado. Incluso si bajo la presión de las masas un gobierno de coalición se viese obligado en sus primeros meses a conceder una serie de reformas, inevitablemente, bajo la presión de la oligarquía y del imperialismo, pasaría a una segunda fase de contrarreformas. Las masas de obreros y campesinos verían el crecimiento del paro y la inflación erosionaría sus aumentos salariales. Se iniciaría de nuevo el proceso desánimo y desmoralización. Pero esta vez, inevitablemente, surgiría una oposición en la base de los partidos obreros y los sindicatos. Las masas comprenderían que los ministros burgueses de la coalición gubernamental son "un caballo de Troya". Crecería un movimiento a favor de la expulsión de los ministros democristianos y la formación de un gobierno de partidos obreros con un programa socialista.


Si el PSCh cometiese el error fatal de entrar en el gobierno, las masas lo identificarían con la política antiobrera del mismo. Pero si los socialistas chilenos se mantuviesen firmes y en la oposición, ganarían apoyo muy rápidamente y atraerían a amplios sectores de la base del PCCh, si como parece inevitable éste entra en el gobierno. La consigna "Un gobierno PSCh-PCCh, con un programa socialista y sin los democristianos" tendría un enorme eco en las filas del PCCh.

Una cosa está clara. Sólo hay dos alternativas para Chile: o la revolución socialista, que aplastará para siempre el poder de los terratenientes, los capitalistas y el imperialismo, o una nueva serie de fracasos y derrotas sangrientas. Para solucionar los problemas urgentes de los obreros y campesinos es necesario llevar a cabo la expropiación de los banqueros, los terratenientes y los grandes monopolistas y empezar la organización planificada de las fuerzas productivas en beneficio de todos. Hace falta un aumento considerable de la tasa de crecimiento económico para elevar el nivel de vida de las masas. Esto sólo es posible cuando el Estado, en manos de los trabajadores, moviliza todos los recursos del país. Y para eso hace falta primero aplastar la resistencia de los capitalistas y terratenientes.


¿Cuál es la alternativa? Los democristianos, socialdemócratas y estalinistas tienen la ilusión de poder construir en Chile una democracia burguesa y una "sociedad de consumo", al igual que en Alemania Occidental, Inglaterra o EEUU. Pero precisamente en estos países el sistema capitalista ya no es capaz, como antes, de mantener el nivel de vida o incluso el derecho al trabajo. Ahí están los ocho millones de parados en EEUU y los siete millones en el Mercado Común, los ataques contra el nivel de vida y los programas de austeridad en todos estos países y la ola de huelgas en Francia, Italia, Gran Bretaña, Alemania, EEUU, etc.


La existencia de una democracia burguesa y de reformas sociales en Chile en el pasado fue posible gracias a la situación privilegiada de la economía chilena y la demanda de sus productos en el exterior, durante un largo período de tiempo. Con la desaparición de estos factores, todas las contradicciones de la sociedad chilena surgen a la superficie. El gobierno "reformista" de Frei fue incapaz de solucionarlos. El gobierno Allende intentó hacer una revolución "a medias", dejando los puntos claves del poder estatal en manos de la burguesía, con el resultado que hemos visto. La Junta, con sus matanzas y campos de concentración, lejos de solucionar los problemas de la sociedad chilena, los ha agravado. Y no cabe la menor duda de que un gobierno de coalición con los liberales burgueses tampoco va a solucionar nada. La alternativa que el capitalismo le ofrece a la clase obrera chilena no es la "sociedad de consumo", sino el aumento constante del desempleo y la miseria, el estancamiento económico, el hambre...

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