martes, 9 de septiembre de 2008

Decisión desastrosa

Esta decisión, trágicamente errónea, tuvo consecuencias desastrosas para el socialismo chileno y para toda la clase trabajadora. De la entrada de los socialistas en el gobierno del Frente Popular, que ganó las elecciones de 1938, Sepúlveda saca las siguientes conclusiones:


"El joven partido no resiste la colaboración de clases. Sus sectores menos maduros y más oportunistas se "engolosinan" con el aparato del Estado y olvidan los objetivos que motivan su instalación en él. Afloran las debilidades y el reformismo de algunos dirigentes, que habían permanecido ocultos en las duras luchas de los primeros años. Los de mayor formación marxista y fuerte conciencia de clase combaten con firmeza la ola reformista que invade al Partido. La Juventud, combativa y revolucionaria, está a la cabeza de la lucha interna por la recuperación doctrinaria. La base reacciona con vehemencia ante la corrupción y el compromiso con el status que se desata en las altas cumbres burocráticas. El inconformismo no es de grupos radicalizados, sino de antiguos contingentes obreros. La expulsión del Comité Central de la Juventud es la gota que desborda el vaso: se produce la más grave escisión de los 43 años de la vida del socialismo". (Socialismo chileno, pp. 20-21).


A pesar de todos los acuerdos del partido, el liderazgo de la coalición gubernamental pasó a manos de los políticos burgueses del Partido Radical. Bajo la presión de las masas, el Frente Popular hizo ciertas reformas, pero a continuación optó por una política de contrarreformas que provocó enfrentamientos abiertos con el movimiento obrero. Un documento oficial del PSCh, publicado en abril de 1978 para conmemorar el 45 aniversario de su fundación, recuerda la respuesta obrera a las medidas antiobreras tomadas por el gobierno:


"La clase obrera de Santiago respondió al decreto primitivo con una vigorosa movilización de masas, trágicamente reprimida por la fuerza pública. A la masacre siguió un paro general, la renuncia del gabinete y, como primer acto de una descabellada aventura entre la dirección del PSCh y ciertos sectores de las fuerzas armadas, se selló una coalición bastarda carente de principios, de programa y de base popular. En el congreso de 1946 todos los dirigentes fueron drásticamente sustituidos". (45 aniversario del PSCh, pp. 4-5).


Desde el primer momento, la participación de los dirigentes socialistas en una coalición con la burguesía había sido una aventura sin principios que tuvo consecuencias catastróficas para el partido. Empieza una serie de crisis internas y escisiones. El partido sólo se salvó gracias a las Juventudes Socialistas y los marxistas, quienes lucharon contra la política colaboracionista de la dirección y a favor de una política revolucionaria, de independencia de clase. En las elecciones presidenciales de 1946, los estalinistas chilenos vuelven a apoyar una candidatura burguesa y entran en el gobierno de Gabriel González con los liberales y radicales. Al cabo de dos años reciben su recompensa: expulsión del gobierno e ilegalización hasta 1958.

Una vez más, el gobierno González demuestra a todo el mundo el carácter netamente reaccionario de la burguesía "liberal" chilena. Este gobierno "radical", "de izquierdas", resulta ser el instrumento más servil en manos del imperialismo norteamericano y la oligarquía chilena. En una conferencia sobre su programa, celebrada en 1947, los socialistas chilenos subrayaron "la falta de independencia demostrada por la burguesía para enfrentarse al imperialismo y a las oligarquías criollas" y aprueba nuevamente la política del Frente de Trabajadores contra la de colaboración con la burguesía liberal. Es interesante citar algunas líneas del Programa aprobado en esa conferencia, que recogen la experiencia del movimiento obrero chileno en las décadas anteriores y sacan una serie de conclusiones muy importantes:

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