martes, 9 de septiembre de 2008

LECCIONES DE CHILE : Burguesía y terratenientes


Jorge Martínez

5 de junio de 1979

La conquista de Chile, iniciada en 1536-37 por Diego de Almagro y, más tarde, por Pedro de Valdivia, se llevó a cabo con la misma brutalidad que en otras partes del continente americano. Pero los conquistadores no encontraron en Chile ningún "El Dorado". Los depósitos de oro, más bien escasos, no compensaron las costosas guerras con los mapuches, que hicieron de Chile un territorio deficitario para la Corona española.


El clima del país, tanto en el norte como en el sur, dificultaba el desarrollo de la agricultura. Mientras que México y Perú atrajeron a los elementos más aventureros e imaginativos de la clase dominante castellana, Chile no ofrecía las mismas perspectivas de enriquecimiento y prestigio personal. Por otra parte, los mapuches resistieron heroicamente hasta 1880, dando muestras de una gran inteligencia y fortaleza de ánimo, cambiando su táctica militar y su modo de vida según cambiaban las condiciones de lucha. Su "pacificación" sólo se logró mediante una política de exterminación sistemática. En las guerras sanguinarias contra los mapuches se ve claramente el auténtico carácter de los terratenientes chilenos, un carácter forjado en la conquista y reducción a la esclavitud de la población, métodos a los que se acostumbró durante siglos considerando a los pueblos originarios como seres inferiores, poco menos que animales.


Esta misma mentalidad de raza superior ha caracterizado a la clase dominante chilena hasta el momento actual. Tras su piel "civilizada" y "culta" se oculta la mentalidad del conquistador y del amo feudal, con la salvedad de que, hoy en día, los "hidalgos" chilenos y sus aliados burgueses no son ni más ni menos que agentes de segunda del imperialismo, del que dependen voluntariamente aunque de forma vergonzante.


Durante siglos, la mejor tierra cultivable del país, concentrada en la parte central, estaba dividida en enormes latifundios privados (haciendas o fundos) establecidos después de la conquista y que en algunos casos superaban las 5.000 hectáreas. Tan sólo una ínfima parte pertenecía a los pequeños campesinos, que apenas podían vivir de ellas. Según el censo de 1925, estas haciendas ocupaban casi el 90% de toda la tierra de la región. En el valle del río Aconcagua, cerca de Valparaíso, el 98% de la tierra estaba en manos de un 3% de los propietarios.



El problema de la tierra, junto con el de la emancipación del país del imperialismo, siempre ha sido el problema central de la sociedad chilena. Siempre ha habido escasez de tierra cultivable: en el Norte, por insuficiencia de lluvia; en el Sur, por exceso de la misma. Sólo la región central ofrecía buenas posibilidades para el desarrollo de una agricultura próspera de tipo mediterráneo basada en la producción de vino, aceitunas, fruta... Pero precisamente el mayor obstáculo para este desarrollo ha sido la concentración de la tierra cultivable en manos de los grandes terratenientes.


Los grandes terratenientes siempre fueron ganaderos. La mayor parte de la tierra se dedicó al cultivo de alfalfa y otros tipos de forrajes para el ganado. Con la mano de obra barata que proporcionaba una población agrícola que malvivía en condiciones cercanas a la servidumbre feudal, los latifundistas no tenían el más mínimo interés en modernizar la agricultura.


Los métodos rudimentarios de los grandes terratenientes fueron el factor principal que impidió el desarrollo agrícola. Aunque en el sur chileno, a partir de 1850, los inmigrantes alemanes establecieron minifundios, basados en la producción de trigo y vacas lecheras, en la mayor parte del país no existía una clase numerosa de campesinos prósperos, sino una clara división entre los grandes terratenientes y sus "inquilinos", que vivían en condiciones semifeudales, con una clase numerosa de semiproletarios rurales, los "rotos", sometidos a la explotación más brutal y viviendo en condiciones infrahumanas.


A diferencia de otros países, Chile nunca conoció una reforma agraria digna de tal nombre. A partir de 1925 y especialmente de 1945 se intentó dividir las grandes haciendas. Pero estos intentos, muy parciales además, no fueron consecuencia de una revolución (México) o de la política del gobierno (Bolivia), sino de la iniciativa de los propios latifundistas, que se dieron cuenta de que en algunos casos era más rentable dividir sus tierras y venderlas en parcelas. La mentalidad feudal de los terratenientes chilenos no representó ningún obstáculo serio a la hora de participar en la especulación más descarada. Los terratenientes vendieron una parte de sus tierras e invirtieron sus ganancias en negocios urbanos. Controlaban los bancos y otras instituciones financieras.

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